España: Infierno, cielo y purgatorio
viernes, 02 de marzo de 2012
Históricamente nos hemos referido, al hablar de nuestro país, a la existencia de dos Españas: la cavernícola, caciquil e inmovilista y la España democrática, de progreso y que mira sin complejos al futuro. La primera, la España de charanga y pandereta, parecía definitivamente superada y sepultada tras tres décadas de democracia, hasta que la llegada de Rodríguez Zapatero a la Moncloa volvió a desenterrarla gracias a una política tan errática como absurda, que desembocó en la aprobación de leyes tan sectarias como la de la memoria histórica o la promulgación de otras que alentaron la confrontación entre los españoles de distintas ideologías y de diferentes comunidades.
Zapatero se ha ido o, mejor dicho, lo han echado, ¡y en buena hora!, pero su legado permanece y así, también hoy vuelven a aparecer esas dos Españas, claramente definidas y enfrentadas: la España celestial, la de la utopía, idílica y de vida acomodada, representada por toda la clase política y sus grupos satélites: familiares, amigos, subvencionados y afines de todo tipo; que viven mamando el maná del presupuesto como su actividad primordial, al calor de las instituciones públicas, pisando moqueta y disfrutando de un sueldo millonario
y la otra España, la infernal, mucho más real y cruda que la precedente, encarnada por millones de ciudadanos que sufren en sus carnes la dureza de la crisis y se agolpan en las colas de los comedores sociales para mitigar el hambre diaria o que se ven obligados a vivir a expensas de la generosidad de sus familiares y amigos y que dependen de la existencia de los bancos de alimentos o de la benevolencia del prójimo para poder sobrevivir a este presente de miseria sin que puedan atisbar un futuro mejor.
Son estas las dos sempiternas Españas, tan ajenas y extrañas entre sí que, pese a compartir un mismo espacio geográfico, transitan por senderos antagónicos, que se repelen y se ignoran como imanes del mismo signo, cara y cruz de una misma historia común; la de la opulencia, la corrupción y el despilfarro a costa de lo ajeno y la de la miseria generada por esa misma corrupción y despilfarro.
Entre ambas, sacrificada y silente, discurre una tercera España, seria, esforzada y siempre generosa, configurada por esa gran masa de ciudadanos sensatos y trabajadores, que viven en un purgatorio permanente y cuya existencia tiene un único y desalentador destino: mantener los privilegios de la primera y tratar de cubrir las necesidades más perentorias de la segunda.
Durán Mariño, José Luís
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