Orteganos en el mundo
Julio Dávila Díaz, el geógrafo de Ortigueira
Julio Dávila nació en Ortigueira el 26 de agosto de 1871. Su padre fue el reputado agrimensor Jesús Dávila Rivadeneira, del que, como señala Rosende, herdará o amor pola contemplación e o estudio do medio físico. Cuando contaba, como él mismo dice en un artículo que publicó en El Eco Ortegano, 18 años y pico. Fui como casi todos mis antecesores a Concepción del Uruguay, y allí pasé un año empleado en la Contaduría de Correos y Telégrafos como telegrafista de 5º clase, enseguida ascendido a 4º. Pero no agradándome este sistema de ascensos y bajas renuncié, haciendo mi debut en el comercio en enero de 1891 en el inmediato Pueblo de Caseros. En 1893 vine a esta capital (Buenos Aires), y con fortuna varia, en diversos empleos, sociedades y empresas mercantiles, estoy luchando sin descanso.
Durante su estancia en Concepción estuvo viviendo en casa de Benigno Teijierio, que, por entonces, ya estaba bien instalado y había adquirido buena fama en la ciudad como profesor y vecino comprometido. De él, Julio aprenderá bastantes cosas sobre Ortigueira y sobre como investigar en la Historia y la Geografía, como después expondrá en su discurso de ingreso en la Real Academia Gallega sobre su mentor.
En Buenos Aires y dentro de la Casa de Galicia, fundó la Asociación protectora de la Real Academia Gallega, desde donde le dió apoyo económico a las actividades que la Academia realizaba en Galicia. Además, ocupó durante varios años los cargos de tesorero y secretario de su directiva.
En 1897 publicó su primera obra, El destino. Una novela sencilla, de carácter costumbrista, cuyos personajes adoptan la forma de vida de las gentes de la comarca del Ortegal. Cinco años después editará Apuntes históricos de la villa y el partido de Ortigueira. A partir de entonces su producción escrita irá aumentando de forma constante. En 1903 sacará tres títulos más: Vocabulario santamartés u ortigueirés, Crítica de críticas y Cuestión filológica, y, al poco tiempo, imprimirá dos folletos sobre el Nombre genérico de los hijos de Ortigueira, para los que recibirá aportaciones de destacados intelectuales como Miguel de Unamuno, Aurelio Ribalta, Francisco Tetamancy, Benigno Teijeiro, Andrés Martínez Salzar, Federico Maciñeira, Manuel Núñez, Leandro de Saraleguiente y muchos otros. El 2 de abril de 1904, cuando ya se estaba terminando de imprimir uno de estos opúsculos, recibió la triste noticia de la muerte de Marcial Dávila Rivadeneira, lo que le dio pie a ponerle un recordatorio a su figura en una de las últimas páginas. En él resalta su plena dedicación durante más de treinta años al ejercicio del magisterio con fácil y seductora palabra, así como su vida ejemplar y austeras costumbres, sus sabios consejos y grandes ideas, que marchaban a la par de la evolución humana.
En 1906, Julio Dávila editó en A Coruña el que le va a suponer el trabajo iniciático de su obra cumbre, Apuntes Geográficos del Partido Judicial de Ortigueira y un plano del mismo, en donde hace una amplia descripción del territorio y situación de la Comarca.
Para esta obra contó con la colaboración de Federico Maciñeira, quien le escribió una elogiosa carta en la que le decía, entre otras cosas: te felicito efusivamente, haciendo extensiva la enhorabuena a la región ortegalesa por lo que la enaltecerá tu hermoso trabajo. Los Apuntes fueron costados mediante la aportación económica de los hijos de la comarca residentes en el Plata y por sus ejemplares no se obtrendrá ningún género de remuneración .
Un año después publicó una colección de dieciséis artículos y un apéndice que tituló Barbarismos de la inscripción del monumento los mártires de Carral, con los que salía al paso de una polémica periodística que se habñia suscitado sobre este tema en algunos periódicos gallegos entre 1902 y 1906. Esta obrita fue criticada por algunos filólogos galleguistas que le ponían en entredicho sus conocimientos de las prácticas dialectales del gallego.
En 1913 sale a la luz otro trabajo geográfico que titula Plano del partido de Ortigueira puesto al día. Y un año después, la Sociedad de Amigos de los Árboles le sufraga su cuento Al abrigo del ombú.
Durante estos años, también colabora con el periódico El Eco de Galicia en el que, desde 1915, escribe una serie de artículos sobre Galicia titulados Desde el relleno. Entre los trabajos de los que se ocupará al final de esta década estarán: Contribución para la historia de la comarca villalbesa (1918), Cronología de los curas de la villa de Santa Marta, Historial de la formación y nomenclatura de las plazas, calles y paseos de la villa de Santa Marta, El Condado de Santa Marta en la jurisdicción de Ortigueira, entre otros.
Su intensa labor investigadora favorecerá su nominación como miembro de la Real Academia Gallega el 17 de julio de 1920 para ocupar el sillón que ha quedado vacante por el fallecimiento de otro ilustre ortegano, Ramón Armada Teijeiro. La fecha de su ingreso en la institución se retrasará algunos años debido a que todavía sigue en tierras americanas, por lo que hará su ingreso el 30 de agosto de 1927.
En vísperas de su regreso definitivo a España, en 1926, publica en A Coruña Por tierras guaraníes. Este estudio filológico fue como una despedida de su etapa americana, en la que había conseguido lo que todos los emigrantes anhelaban: una cierta fortuna.
Una vez instalado con su familia en Madrid, se consagra totalmente al estudio y a la publicación de sus investigaciones, pero no deja de visitar Galicia con cierta frecuencia, y más concretamente Ortigueira, donde pasa largas temporadas en su chalé de estilo indiano en Luama.
Su residencia en Madrid fue aprovechada por el ayuntamiento de Ortigueira para nombrarlo su comisario ante las autoridades ministeriales. Entre los encargos que llevó a cabo estuvieron los que consiguieron evitar la supresión de la Ayudantía de Marina y del Juzgado de Instrucción de la villa. Y también le favoreció con la construcción del malecón del puerto. La obra portuaria fue una de las actuaciones municipales más largamente deseadas. Su proyecto ya había sido encomendado al ingeniero Juan Vildosola que lo había redactado en un informe fechado el 1 de mayo de 1879. Por su parte, el propio Dávila había escrito un artículo titulado El puerto de Ortigueira, en 1918, en el que hablaba de la necesidad y conveniencia de esta infraestructura. Y una vez que su construcción hubo finalizado él mismo se responsabilizó del diseño de los jardines con los que se urbanizaría el suelo ganado al mar.
A partir de los años treinta, sus artículos artículos empiezan a aparecer con una cierta asiduidad en La Voz de Ortigueira. En ellos va a tratar aspectos referidos a diferentes temas locales como el escudo de Ortigueira, sus personajes, el convento de los dominicos, la toponimia, etc.
En 1931, editó su obra cumbre, Geografía descriptiva de la comarca de Ortigueira, a la que le había dedicado casi tres décadas de trabajo. En ella describe la topografía de los municipios que conforman la Comarca (Ortigueira, Cedeira, Cerdido, Mañón y As Pontes), que apoya con la inclusión de diversos datos, planos y fotografías, etc. El libro fue prologado por el geógrafo militar ferrolano Juan López Soler. Julio formula su Geografía desde un punto de vista meramente de descripción física del territorio sin llegar a profundizar en el análisis de los elementos que inciden en él, lo que lleva a que el geógrafo de la univesidad compostelana Augusto Perez Alberdi la juzgue como un texto de transición entre las obras de carácter descriptivo del s. XIX y las ya plenamente geográficas (en el sentido actual de la expresión) del s. XX. Sin embargo, su verdadero valor radica, como bien apunta Anxel Rosende, en que a obra de Dávila é o mellor que se podía facer na súa época por un non profesional da ciencia xeográfica, xa que está baseada nun coñecemento de todo o publicado ata entón, mellorada por datos exaustivos que o propio autor tomou sobre o terreo, sen lle quedar ningún rincón por visitar, de xeito que ata os nomes e situación dos mais pequenos regatos aparecen consignados con exactitude.
Julio Dávila fue siempre un hombre comprometido, un verdadeiro señor pola súa fidalguía, nobreza de corazón e afabilidade rebordante, según definicion de Chao Espina. Por ello, no es de extrañar que en la primera reunión de la Real Academia Gallega después de la guerra, y a pesar de que tuviese lugar el domingo 3 de diciembre de 1939, él se personase allí, junto a un corto número de académicos, entre los que se encontraban: Manuel Casas, Alejandro Barreiro, Ramón Otero Pedrayo, Lizardo Barreiro, Ramón de Artiza y Ángel de Castillo.
Unos años más tarde, en 1943, Julio Dávila será nombrado por el ayuntamiento cronista oficial de Ortigueira al fallecer su titular Federico Maciñeira, con quien le unía una sincera amistad y con el que había luchado en muchas ocasiones por la defensa de los intereses de la Comarca y cooperado en otras tantas investigaciones.
Dávila disfrutó de casi un siglo de vida lleno de intensas y apasionantes experiencias, que terminaron en el amanecer del día 12 de junio en Madrid, lejos de la tierra a la que se había entregado con toda su pasión. Sus restos mortales fueron trasladados al día siguiente a Ortigueira en donde fueron enterrados en el panteón familiar en el que descansan. A su sepelio acudieron en representación de la Academia su presidente Sebastian Martínez Risco y su secretario Francisco Vales Villamarín
Sería muy prolijo dar los nombres de los muchos textos que redactó, además de los nombrados, por lo que sólo referiremos algunos de los más destacados: Acerca del toponímico Bares; Aventura revolucionaria; ¿Baamonde o Vaamonde?; Donde las dan las toman; El tío Xan o Cego: (anécdota ortigueiresa); En el mar; Eterno carnaval; Gavilanes; Gregorio Fernández (más conocido por Gregorio Hernández) en Valladolid; Ingratitud!: (narración americana); La duda; Las ruinas del Monasterio de Sobrado de los Monjes; Los galaico-americanos "retirados"; ¡Mala xusticia...!: (anécdota ortigueiresa); Orografía ortegalesa; Ortigueira y la emigración; Sano regionalismo.