En el Casino de Madrid de la calle Alcalá en la tertulia Juan Sebastián Elcano que dirige José Luis Yzaguirre con su maestría habitual disertó
Estaban Ibarra, el hombre de la movida madrileña que desea forjar un Madrid ilustrado. Esteban es de la casta de los Aranda, Olavide y Jovellanos, es un hombre de Carlos III, a quien sentaría muy bien la peluca de la época por su fuerte constitución física de base de baloncesto. Su activismo social desde su emisora Onda Verde, en Delicias le llevó a protagonizar diversas acciones en un momento de gran auge del movimiento pacifista, que desembocaron en una caída del caballo, no en la Puerta de Damasco como el apostol, sino en la Puerta del Sol, muy cerca de su Lavapies donde se mueve como pez en el agua, al encontrar a Violeta Friedmann una superviviente del Holocausto nazi quien le abrió los ojos sobre la intolerancia, la xenofobia y el odio. El asesinato racista de la dominicana Lucrecia Pérez le confirmo el peligro que corría la sociedad española y funda jóvenes contra la intolerancia, la xenofobia y el odio y como Don Tancredo se sitúa en el medio de la Puerta del Sol a predicar su religión laica de la tolerancia y un crimen execrable el de Miguel Angel Blanco le lleva a congregar a sesenta mil personas con las manos al aire pintadas de blanco en repulsa a la violencia, luego seguirán un rosario de atrocidades, el asesinato vil de Tomás y Valiente y otros muchos que llenarán el km.0 de personas por la tolerancia. Ha ayudado a más de mil seiscientas víctimas. Ha visitado más de mil quinientas escuelas y animado talleres de radio. Ha alabado la contribución de los emigrantes. Ha asesorado legalmente. Ha denunciado a quienes han perpretado la violencia racista. No todo ha sido un camino de rosas en su pugna por un mundo mejor. Ha recibido múltiples amenazas mortales y recibido un paquete explosivo y en su juventud el siniestro Billy el Niño le había torturado en los sótanos, de esa misma Plaza en que ahora ejercitaba de Sumo Sacrdote de la no violencia. Todo ello con humildad, constancia y alegría juvenil. Su momento de gloria civil fue la medalla de Madrid que en el dos de mayo, su día de fiesta, le concedió el atormentado Gallardón. Como todos los activistas de la sociedad civil esta siempre muy bien acompañado por jóvenes entusiastas, que derraman belleza y convicción. En estas horas bajas de un Madrid gobernado por un Ayuntamiento que fomenta el enfrentamiento ciudadano, aviva las cuestiones de género y de diferencias, tratando de resucitar el guerracivilismo se necesitan muchos personajes neoclásicos, ilustrados e infatigables como Esteban y su movimiento para el que la vida humana es sagrada y que pronuncian un decidido NO a la intolerancia, a la xenofobia y al racismo. No te quites la peluca Esteban y sigue con tus campañas. Te necesitamos.