Todos sabemos lo que es el ibuprofeno, la quimioterapia, e intuimos la dificultad que debe entrañar vivir con esclerosis o epilepsia y tener que sobrellevar los efectos secundarios de una medicación durísima. Por eso, si escuchamos oír hablar de
la Royal Medic (un tipo de semillas de marihuana indicadas para uso medicinal) o nos asomamos a los últimos estudios que garantizan que la marihuana puede, como mínimo, minimizar los efectos secundarios de la medicación y, en el mejor de los casos, parar o ralentizar el avance de una enfermedad, no debemos quedarnos en el estereotipo fácil. En América Latina, el 65,2 % aprueba el uso terapéutico de la marihuana. Esta estadística es muy importante, porque acerca una realidad que hace años parecía irrealizable: la posibilidad de una alternativa no solo terapéutica, sino también de lucha contra el narcotráfico. Países como México o Colombia gastan millones (y dejan en el camino muchas vidas) en la lucha contra el tráfico ilegal de estupefacientes, así que muchos ciudadanos se preguntan si no sería más útil visibilizar y legislar esta sustancia, de la que podrían además lucrarse tanto el propio estado como sus habitantes.
El Observatorio Latinoamericano de Políticas de Drogas y Opinión (OPDOP) afirma que el creciente apoyo a una reforma de las políticas de drogas va de la mano de una mayor exigencia hacia las alternativas de despenalización y mercados de drogas regulados, que han de incorporar líneas de trabajo equilibradas que escuchen y atiendan las demandas de una población cada vez más crítica e informada".
Cada vez más, la población exige cierta coherencia entre la realidad que vivimos y estereotipos caducos e inexactos.
Innumerables estudios sostienen la enorme ayuda que significa para muchos enfermos el consumo de marihuana medicinal, y experimentos como el de Uruguay (con un gobierno que controla producción, distribución y venta de la marihuana que cultiva) pueden ser el paso adelante que necesitan otros países para atreverse a hacer las cosas de otra manera.
