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Luis Pita Parapar

Suárez Sandomingo, José Manuel - viernes, 11 de abril de 2014
Orteganos en el mundo: Luis Pita Parapar

Luis Pita ParaparLuis Pita Parapar nació en 1942. Fue hijo del ortegano Ramón Pita Las Santas y la viveirense María del Carmen Parapar Dorado, y nieto de Luciano Pita Sánchez Boado. Y Blanca Las Santas. Nació en Madrid y vivió hasta los 18 años en Soria, pero siempre tuvo, como toda su familia, predilección por Ortigueira y muchos de sus veranos los pasó en la Granxa do Souto, en Mera.
Desde muy joven exhibió un trato afable y cercano, huyendo en todo momento de las extemporáneas manifestaciones de la juventud. La primera parte de los años sesenta se los pasará estuiando la carrera de Periodismo en la capital de España, para, al finalizarlos, venirse a Galicia a ejercer su trabajo. Pronto dejará ver a través de sus artículos y reportajes el cariz que le impondrá a sus trabajos, que irán consolidándose en base al seguimiento de unos criterios realistas y comprometidos que escapaban del vedetismo de otros colegas de profesión que buscaban una mayor presencia y proyección en los medios de comunicación.
Desde sus inicios aportó sobradas pruebas de que las autoridades no le iban a marcar el paso de sus escritos. Por ello, cuando el gobernador civil de A Coruña le envió una carta a los vecinos de As Encrobas que llegó a provocar un verdadero estupor entre ellos, Luis Pita tomó la máquina de escribir y expuso oublicamente las falsedades e inexactitudes que allí se expresaban para acabar concluyendo que no podía estar al frente del Gobierno Civil una persona que, entre sus muchos dislates, estaba el confundir las siglas de un sindicato agrario con las de Comisiones Obreras o creer que la bandera de un movimiento minoritario era la del Partido Comunista. Sus recriminaciones le valieron la querella de la autoridad interpelada, lo que no hizo otra cosa que profundizar en el propio perjuicio del demandante ya que meses después fue destituido y todos los rumores apuntaron a que la causa estuvo en el Caso Encrobas.
Por su parte, la empresa Lignitos de Meirama trató de zanjar este asunto mediante una notificación por la que se declaraba la inmediata expropiación forzosa de los terrenos a sus propietarios. El oficio les llegó el mismo día en que sus representantes regresaban de Madrid, a donde había ido a entregar un escrito en que le pedían al Gobierno el traslado de la población. Tan pronto éstos tuvieron conocimiento de la posibilidad de que las fincas iban a ser ocupadas inmediatamente, dieron la voz de alarma manifestando que reivindicarían sus derechos sin alterar el orden público. Sin embargo la empresa, con la connivencia del Gobierno Civil, amenazó a los vecinos con medidas represivas lo que dio liugar a que estos se pusieran en pie de guerra y llevasen a cabo manifestaciones multitudinarias frente a las instalaciones de la eléctrica a mediados de septiembre de 1976. En las protestas participaron todos los vecinos de la zona afectada, que trataron de ser reprimidos con el envio de la “forza pública prestada polo Excmo. Gobernador Civil da Cruña”. Luis fue en todo momento el transmisor de todos los actos reivindicativos, denunciando los agravios a los que los habitantes de As Encrobas eran sometidos tanto por la empresa como por las autoridades civiles.
Con estos y otros antecedentes no les fue difícil a algunos de sus compañeros en Faro de Vigo, El Correo Gallego, El Ideal Gallego, La Voz de Galicia y Radio Nacional de España retratar a Pita como un admirable profesional en un homenaje póstumo que le dedicaron en el Forum Metropolitano de A Coruña en el año 2003. Allí se reunieron más de 300 personas, para atestiguarle su reconocimiento a pesar de los años transcurridos de su fallecimiento. Esta demostración invulnerable a la erosión del tiempo, subrayaba su valor por la entrega en aventuras como la creación de la editorial que sacaría a la calle la revista Man Común, o como el libro Galicia: realidade económica e conflicto social, para el que solicitó y consiguió la financiación del Banco de Bilbao, que una vez realizado trató de evitar su difusión.
Para los que ya lo hayan olvidado, Man Comun fue una revista de periodicidad mensual que inició su singladura en 1980, con la intención de ofrecer una alternativa nacionalista al sector gallego de la información. En su tiempo, fue una pionera, pues, además de estar publicada por un grupo de periodistas asociados en la editorial del mismo nombre, supuso el segundo medio de comunicación que utilizaba la lengua vernácula en todos sus reportajes, tras el semanario A nosa terra. En su consejo de redacción se sentaban unos profesionales que con el tiempo se habrían de erigirse en escritores y periodistas de vanguardia, entre los que estaban, Manuel Rivas, Xosé María García Palmeiro o Gaciño, su director. En sus páginas se podía encontrar tanto temas generales y culturales, como los artículos sobre el estatuto gallego, el Día das Letras Galegas, los pactos municipales de la izquierda o la recomposición del centro político en Galicia, hasta entrevistas a los personajes más representativos de la época, como fueron Antonio Rosón, Ramón Piñeiro o Avelino Pousa Antelo.
Anteriormente, Luis Pita ya se había empezado a labrar su fama de periodista tenaz al abordar en 1975, en forma de serial, la investigación sobre paradero del dueño de un perro que produjo una agresión, tras la que su propietario en lugar de auxiliar a la víctima prefirió abandonarla a su suerte y desaparecer para intentar preservar su anonimato y su responsabilidad. Luis dio con él, que no resultó ser otro que el jefe de Policía, quien tras las oportunas demostraciones fue cesado por sus superiores, vieron su actuación como obscena dentro del sacrosanto principio de autoridad del Estado franquista.
Tampoco hay que dejar de lado la participación de Luis en el primer Congreso de Periodistas de Galicia, en el año 1983, en el que se empezarían a poner las bases de lo que después acabaría siendo el Colexio de Xornalistas de Galicia, aunque en aquellos momentos las pretensión de los plumillas se orientaba más hacia la creación de una Federación Gallega de Asociaciones de la Prensa. Con la fundación de este organismo se deseaba conquistar la representatividad de la periodistas gallegos dentro de la estructura organizativa del ámbito de la comunicación a nivel nacional, la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España).
Aún tendrían que pasar catorce años para que se cumpliese con la reunión que impulsaría el Colexio de Xornalistas de Galicia, y en la que nuevamente aparecerían los nombres de los antiguos compañeros luchadores por la causa reivindicativa: Primitivo Carbajo Centeno, Xosé Antonio Gaciño Barral, Luis Pita Parapar, Manuel Rivas Barros y Santiago del Valle Chousa. A ella sólo acudieron unos cien periodistas pertenecientes a todo tipo de medios de comunicación.
Después de recorrer casi todos los diarios de Galicia, Pita acabará formando parte de RNE en Galicia, donde pasará por varios puestos directivos entre los que estuvieron los de jefe de Informativos y de subdirector. El escritor Manuel Rivas manifestó que su aprecio por él estaba edíficado por el rigor que lke confería a los datos y su constante contraste de las fuentes que le llevaban a crear una objetividad periodística de primer nivel, así como por su tarea de procurarles su voz a los sin voz y mantener una dosis de distancia irónica. Rivas aún recuerda expresiones suyas como las de que “a todo Napoleón le llega su waterpolo” o “Machiño, ¡so é o que hai!”, fórmulas con la que parecía exponer un fatalismo que le llevaba a tomar el gobierno de la cuestión con una obstinación por el esclarecimiento de la verdad digna de toda causa. Algo que también testimoniaría otro periodista amigo suyo, quien diría que “Escasean las figuras de este porte, es como si se hubieran acabado los gitanos que iban por el monte solos y los periodistas a lo Luis Pita o a lo Indro Montanelli, quien ya nos tenía advertidos sobre la sospecha suscitada por los colegas de prosperidad económica tan excesiva como sobrevenida”.
Tras fallecer, dejó un gran sentimiento de pérdida entre todos los que le conocieron y admiraron, quienes en homenaje a su figura y trayectoria decidieron solicitarle al Ayuntamiento de A Coruña que le designase una calle en su honor. Esta idea acabaría cuajando seis años después de su muerte con la imposición de una plazca con su nombre en una de las nuevas arteria de la zona de Ponte Pasaxe. Para el portavoz del Ayuntamiento en el acto de su inauguración, el día 3 de junio de 2003, este tributo supuso un premio a su “ponderación e análise da actividade municipal durante as décadas dos setenta e os oitenta”.
Al descubrimiento de la placa con su nombre acudieron muchos de sus amigos y familiares, entre los que se encontraban el presidente del Colegio de Xornalistas de Galicia, Xosé María Palmeiro, el escritor Manuel Rivas o el maestro de periodistas Miguel Ángel Aguilar, además de numerosos vecinos de la ciudad de A Coruña, que quisieron tributarle un emocionado homenaje.
Como muestra de su periodismo sagaz y profundo, Luis dejó escritos tres libros, además del censurado por el banco. El primero de ellos fue una novela corta titulada Y con la maza dando, que había sido publicada por entregas en El Correo Gallego. A este le siguió una biografía que escribió con su amigo y compañero Primitivo Carbajo sobre el exalcalde de A Coruña, bajo el título Paco Vázquez, apegada dun príncipe. Una biografía no autorizada en la que ambos exponían la visión que el politico coruñés transmitía a principios de los años 90 de querer estar por encima de sus congéneres, y de ser el más distinguido de los nobles. Y su última obra, El sauce llorón, del que en su día diría el escritor Javier Marías que “con una prosa límpida y eficaz, que nunca busca el adorno superfluo ni cae en excesivas nostalgias , consigue transmitir toda la atmósfera de un tiempo pasado en un lugar que, precisamente por parecer algo ajeno al tiempo mismo e inmune a sus veleidades tontas, se aparece, con inusitada fuerza, como vivo y presente: la ciudad de Soria”.
Luis Pita falleció en A Coruña, aunque sus restos recibieron sepultura en el panteón familiar del Pazo do Souto. Contaba entonces con 55 años, pero en ese corto espacio de tiempo conseguió asentarse como una de las referencias democráticas del periodismo gallego de los últimos años del franquismo y de la transición. Una visión no sólo mantenida entre los suyos, sino también apuntada por sus opositores, que así se lo demostraron cuando, a la muerte del dictador, la extrema derecha coruñesa avanzó hasta la sede de El Ideal Gallego, en el que estaba trabajando, para solicitar su cabeza.
Suárez Sandomingo, José Manuel
Suárez Sandomingo, José Manuel


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